Aunque extremadamente pobre, fue una de las mujeres mĂĄs generosas de la Biblia. Justo despuĂŠs de advertir a sus discĂpulos que debĂan tener cuidado con los maestros de la ley que devoraban las casas de las viudas, JesĂşs alcanzĂł a ver a esta mujer en el templo.
Puede ser que ĂŠl les llamara la atenciĂłn sobre ella por tratarse de un caso pertinente.
SU DOLOR:
Estar sola sin tener un marido que proveyera para ella.
SU GOZO:
Rendirse enteramente a Dios, confiando que ĂŠl actuarĂa a favor de ella.
ESCRITURAS CLAVE: Marcos 12:41–44; Lucas 21:1–4
LA PROMESA QUE RECIBE
La promesa en cuanto a la provisiĂłn de Dios no resulta tan evidente en ningĂşn otro lugar como en esta historia de la viuda que dio todo lo que tenĂa. Ella no podĂa confiar en nadie mĂĄs que en Dios. Eso tambiĂŠn es cierto con respecto a nosotros. Independientemente de la situaciĂłn econĂłmica en la que estemos, sea que tengamos holgura financiera o que constantemente estemos tocando fondo, no contamos con ningĂşn otro en el que confiar. Nuestra verdadera seguridad no radica en nuestras pertenencias ni en la cuenta del banco sino solamente en Dios. Y ĂŠl ha prometido proveernos lo que necesitemos.
PROMESAS EN LAS ESCRITURAS PARA TI
8 No temas ni te desalientes, porque el propio SeĂąor irĂĄ delante de ti. Ăl estarĂĄ contigo; no te fallarĂĄ ni te abandonarĂĄ».
-DEUTERONOMIO 31:8
10 Los que conocen tu nombre confĂan en ti,
porque tĂş, oh SeĂąor, no abandonas a los que te buscan.
-SALMOS 9:10
7 Algunas naciones se jactan de sus caballos y sus carros de guerra,
pero nosotros nos jactamos en el nombre del SeĂąor nuestro Dios.
-SALMOS 20:7
25 »Por eso les digo que no se preocupen por la vida diaria, si tendrĂĄn suficiente alimento y bebida, o suficiente ropa para vestirse. ¿Acaso no es la vida mĂĄs que la comida y el cuerpo mĂĄs que la ropa? 26 Miren los pĂĄjaros. No plantan ni cosechan ni guardan comida en graneros, porque el Padre celestial los alimenta. ¿Y no son ustedes para ĂŠl mucho mĂĄs valiosos que ellos?
-MATEO 6: 25-26
REFLEXIĂN
Esta humilde mujer nos da un hermoso ejemplo. Si nos miramos con sinceridad a nosotras mismas, probablemente tengamos que admitir que somos mĂĄs como los hombres ricos que llevaban sus ofrendas que como la mujer que dio todo lo que tenĂa como sustento. Puede que planifiquemos nuestras ofrendas, integrĂĄndolas en nuestros presupuestos, pero ella dio todo su presupuesto. Ella dio el cien por ciento, mientras que muchos cristianos fieles en la actualidad se encogen al dar una pequeĂąa parte de sus ingresos.
Dios no estĂĄ demandando de nosotros que quedemos en la pobreza, sino que nos llama a entregar nuestro todo - espiritualmente y fĂsicamente - al cuidado de Ăl. Quien es dueĂąo del oro, plata y todo lo creado nunca nos fallarĂĄ, si solamente confiamos en Ăl.
Dele gracias a Dios porque ĂŠl no juzga por las apariencias exteriores sino que mira el corazĂłn y por sus bendiciones en cuanto a dinero, tiempo, energĂa y recursos emocionales.
PĂdale a Dios que la convierta en una mujer generosa con la fe suficiente como para creer que incluso vale la pena dar pequeĂąas ofrendas cuando sea lo Ăşnico que tenga.
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